Recuerdo realmente bien el día de junio de 1998 en que me tocó escoger qué carrera iba a estudiar. Nervios y emoción la primera decisión sustancial de mi vida.
Lo cierto es que no tenía ni la más remota idea de qué poner. Jamás había sentido ningún llamado. Yo no era uno de esos niños que sueña con ser médicos o abogados.
Y observando cómo tratábamos a los profesores en la mía, eso era lo último que quería hacer cuando fuera más grande.